Jorge Ibarguengotia
Nicolàs mangana era un campesino pobre pero ahorrativo. Su mayor ilusiòn era juntar dinero para comprar unos puercos y dedicarse a engordarlos.
-No hay manera màs fàcil de hacerce rico -decia-. Los puercos estàn comiendo y el dueño nomàs los mira. Cuando ve que ya no van a engordar màs, los vende por kilo.
Cada vez que a Nicolàs Mangana se le antojaba una copa de mezcal, decia para sus adentros:
-Qutate, mal pensamiento.
Sacaba de la bolsa dos pesos, que era lo que costaba el mezcal en la tienda del pueblo donde vivìa y los echaba por la rendija del puerco de barro que le servia de alcancìa.
-En puerco se han de convertir - decia al oìr sonar las monedas.
Cuando alguno de sus hijos le pedìa cicuenta centavos para una nieve, Nicolàs decìa:
-Quitate esa idea de la cabeza, muchacho -sacaba un tostòn de la bolsa, lo echaba en el puerco de barro y el niño se quedaba sin nieve.
Cuando la esposa le pedìa rebozo nuevo, pasaba lo mismo. Veinticinco pesos entraban en la alcancìa y la señora seguia tapàndose con el rebozo luido.
Comprò un libro que decìa cuàles son los alimentos que deben comer los puercos para engondar màs pronto y lo leìa por las tardes, sentado a la sombra de un mezquite. Cada vez que se juntaba con sus amigos hablaba de puercos, y cuando no hablaba de puercos hablaba de carnitas, y cuando no de carnitas, de morcilla. Acabaron dicièndole ''Nicolàs el de los puercos''.
Tantas copas de mezcal no se tomò Nicolàs, tantas nieves no provaron sus hijos y tantos rebozos no estrenò su mujer, que el puerco de barro se lleno.
Cuando Nicolàs vio que no cabìa un quinto màs, rompiò la alcancìa y conto el dinero que estaba dentro, llevo la morralla a la tienda y la cambiò por un billete nuevecito que tenia grabado junto al nùmero mil la cara de cuauhtèmoc.
Regresò a la casa, junto a la familia y les dijo:
-No somos ricos, pero ya mero. Con este billete que ven ustedes aqui voy a ir a la feria de San Antonio y voy a comprar unos puerquitos, los vamos a poner en el corral de atràs, los vamos a engordar, los vamos a vender y vamos a comprar màs puerquitos, los vamos a engordar y los vamos a vender y vamos a comprar todavia màs puerquitos y asi vamos a seguir hasta que seamos de veras ricos.
Su mujer y sus hijos se pusieron muy contentos al oìr esto y cantaron a coro:
-No somos ricos, pero ya mero.
Ya mero.
Nicolàs metiò el billete de bajo del petate y todas las noches antes de acostarse, la familia se juntaba alrededor de la cama, Nicolàs levantaba el petate y todos veian que allì estaba el billete todavìa. Despuès de esto cada quien se iba a su cama, se dormìa y soñaba que era rico. Nicolàs, que estaba frente a un cerro de carnitas, haciendo tacos y vendièndolos a dos pesos cada uno; su mujer soñaba que estaba viendo televisiòn, los niños soñaban que compraban helados y los chupaban.
El dia de San Antonio, Nicolàs Mangana se levantò cuando apenas estaba clareando, se vistiò, guardò el billete de mil pesos entre las correas del huarache izquierdo, se despidiò de la familia y se puso en marcha.
Muchos eran los que iban por el camino rumbo a la feria. Los que iban a comprar algo, caminaban, como nicolàs, con las manos vacias y el dinero escondido en la ropa. Los que iiban a vender, en cambio, cargaban costales de membrillos, pastoreaban parvas de guajolotes o arreaban yuntas de bueyes.
Entre todo aquel gentìo se distinghìa un hombre que iba montando en un caballo blanco. Nicolàs lo mirò lleno de envidia y pensò:
- Ese hombre es un ranchero huarachudo como yo, pero montado en ese caballo parece un rey.
Era un caballo muy bueno, fuerte, pero ligero, brioso, pero obediente. Por su gusto hubiera salido al galope y sin embargo, obedecìa al menor tironcito de rienda que le daba el jinete.
-Asi deberia yo ir montando -pensò Nicolàs. Decidìo que nomàs que fuera rico iba a comprar un caballo exactamente igual a quèl que iba caracoleando delante de èl.
Apretò el paso hasta emparejarse con el caballo y empezò a platicar con el que lo montaba.
-¡Què bonito caballo! -dijo Nicolàs.
-Lo vendo -contestò el otro.
-¿En cuànto?
-Mil pesos.
Nicolàs sacò el billete del huarache, comprò el caballo y regresò a su casa montado y muy contento. Les dijoa su mujer y a sus hijos:
-No somos ricos, ni vamos a serlo, pero ya tenemos caballo blanco.
Toda la familia aprendiò a montar y viviero felices.
Muy bien Berenice, esto requiere paciencia y con tu buen gusto pronto seràs experta. Ayuda a tus compañeros.
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Ese cuento me da tanta rabia, pinche Nicolas! Hubiera sido rico, esta bien cara la carne de puerco y los taquitos ni se digan!
ResponderEliminarNo .__.
EliminarJajaja
EliminarEsa lectura la recuerdo cuando estaba en primaria .la maestra hacia concursos de lectura, y el que no se equivocara en un punto o coma..le daba un premio
ResponderEliminarSiiiii k nervios
EliminarTan tarugo Nicolás mendigo caballo le dio insolación y se murió.y con todas sus esperanzas de ser ricoteee
ResponderEliminar*Pinche* Nicolás fue un hijo de la chingada con su familia;puras miserias los hizo pasar; y las falsas esperanzas que les dio Nicolás.
ResponderEliminarc<c<s
ResponderEliminarHola
ResponderEliminaresta hitoria me recordo a la serie de Malcolm xd
ResponderEliminarMe encanta la historia de Nicolas Mangana
ResponderEliminarMuchos diŕán que Nicolas fue un tonto, pero ahora con familia e hijos, entiendo a Nicolás, y hay cosas más importantes que el dinero, como los recuerdos de la infancia, la convivencia, las alegrías, porque en los momentos de crisis, esos nos sacan adelante.
ResponderEliminarHaria bien o mal ?
ResponderEliminarYo diria q era mejor sus puerquitos porque poco a poco le hiba a generar ganancias.
Pues quién sabe, porque en un rancho un buen caballo ayuda de mucho. Pudo haber servido para rentarlo en viajes a los productores de membrillos o para el arado, para la vaqueriada, para garañón
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